México ha hecho un llamado en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para no tratar el crimen organizado como terrorismo. El representante de México ante la ONU argumentó que esta equivalencia podría llevar a estrategias fallidas y a la estigmatización de las comunidades o regiones donde operan los grupos delincuentes.

Este posicionamiento se basa en la idea de que la confluencia entre crimen organizado y terrorismo puede ser engañosa y no siempre está respaldada por evidencia empírica. Por ejemplo, a pesar de las preocupaciones sobre la posible colaboración entre traficantes de migrantes y organizaciones terroristas, no hay pruebas significativas que demuestren esta conexión en la práctica[2].

México enfatiza la importancia de abordar el crimen organizado con estrategias específicas y no generalizarlo bajo la categoría de terrorismo, lo que podría distraer de las soluciones efectivas y afectar negativamente a las comunidades locales[1].